
El mercado pletórico ha facilitado como nunca la posibilidad de consumir cultura artística y literaria, a la vez que ha democratizado los medios para producirla, pero tan esplendoroso proceso tiene un inconveniente: pone fecha de caducidad a la mayoría de los productos «creativos» actuales. Es el aristócrata paso del tiempo, encargado de seleccionar y discriminar sin piedad, el que elige a unos pocos para que su obra les sobreviva.
Vaquero Palacios es a nuestro entender uno de los artistas elegidos. En Asturias no hay duda que lo son Piñole y Evaristo Valle. Revisando la obra de Vaquero Palacios con motivo de la edición del libro Vaquero publicado por el Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Asturias y la editorial asturiana Trea, hemos comprobado lo que intuíamos hace tiempo, que este artista es también uno de ellos. ¿Qué artista asturiano de los actuales alcanzará tal espacio intemporal? ¿Pelayo Ortega? Posiblemente.

Gracias a Trea y al Colegio de Aparejadores de Asturias tenemos ahora la oportunidad de redescubrir la obra de Vaquero, su faceta esencial, la paisajística, en un libro con más de 200 reproducciones. El autor del estudio, Francisco Egaña Casariego, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid y conservador de la Casa-Museo de Vaquero en Segovia se propone acceder a ella «desde el interior de la creación artística» reconstruyendo «el ideario estético y paisajístico de Vaquero a partir del testimonio del propio artista y del análisis de su obra, al tiempo que dialogando con los críticos e historiadores del arte que se han ocupado de su pintura».
Y ello ha sido posible porque Francisco Egaña es un privilegiado conocedor de su obra. Ha convivido con Joaquín Vaquero Palacios en Segovia, ayudándole a organizar su archivo, gran parte de la última década de su vida. Una circunstancia que le ha permitido profundizar en la paisajística de este importante creador asturiano, dejando constancia «no solo de su conocimiento del archivo de Vaquero, aportando datos inéditos o poco conocidos, sino de la personalidad artística y humana de Vaquero Palacios».

Esta publicación coincide con el décimo aniversario de la desaparición de este artista asturiano que consagró una existencia casi centenaria a la creación en todos los campos posibles. Y es muy necesaria, pues el estudio monográfico dedicado a la obra pictórica de Vaquero, escrito por el crítico de arte Vicente Aguilera Cerni, data de 1980.
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Vaquero se inicia con el prólogo del hijo del artista, Joaquín Vaquero Turcios, también un conocido pintor que ha seguido sus pasos trabajando estrechamente con él. Un texto emotivo que sorprende por las cualidades de su escritura, en la que podemos leer hermosas descripciones como ésta:
«[…] Castilla. Cuando todavía había eras en los pueblos o en la misma Segovia, le entusiasmaba acercarse a aquel apretado y bellísimo ballet circular de mujeres, hombres y animales, bueyes y mulas, algún perro y algún burro, ver girar la trilla sobre el disco central dorado de la paja brillante y observar todas las tareas rítmicas del grupo incansable, blanco y negro, con sombreros de paja, entrecruzándose. Bestias negras con arreos de cuero oscuro, carros, asnos grises, mulas pardas, sol brillante, siluetas nítidas, cribas, palos y el olor inconfundible, limpio y fuerte de la paja. Mientras dibujaba, sonreía para sus adentros y se le oía murmurar: ‘Esto es Paolo Ucello, es igual que una batalla de Paolo Ucello…’[…]»
Ya en su día nos llamó poderosamente la atención otro texto de Vaquero Turcios, el que el propio artista escribiera en el catálogo de su exposición de enero-febrero de 2008 en la Sala de Arte Van Dyck, de Gijón:
«[…] El milagro de la creación y la producción física de un color resulta, efectivamente, tan pasmoso como debió serlo el encuentro de la tierra roja para nuestros lejanos antepasados. De pronto, aquí y ahora, encontramos en nuestras manos un recipiente lleno de un fluido, fresco y limpio, que se nos ofrece como agua para los sedientos en el desierto, como sangre para los vampiros, alimento vital para el cerebro, y que, desde el bote recién abierto en el que fijamos la mirada, corre veloz a oscuras por el nervio óptico hasta desembocar en el ‘lago de la visión’ cerebral que pasa, de estar casi vacío como nuestros pantanos, a rebosar ahora de un luminoso azul ultramar o de un radiante bermellón. […]»
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En este libro, Francisco Egaña distingue tres grandes capítulos biográficos de Vaquero, con diferentes etapas cada uno:
1. «La visión natural del paisaje» (1913-940). Se inicia «marcada por el impresionismo francés» (1920-1930) pintando «la Asturias alta y luminosa de Somiedo» y cierra con la Asturias negra (1930-1940): «[…] la Asturias del carbón. Las gentes de la mina y los paisajes de la cuenca minera, con sus escombreras y sus ríos negros, con sus trenes y sus barcos, pero también el mar en los acantilados y en las playas negras de la bajamar, como la playa del Cuerno, que tantas veces pintó.»

2. «El paisaje recreado» (1940-1987). Dada su condición de viajero por tierras de Europa y América, a lo largo de estas décadas Vaquero se enfrenta, según escribe Francisco Egaña, «al paisaje en toda su diversidad. Porque Joaquín Vaquero pertenece a esa estirpe de asturianos que tienen la obsesión de marcharse lejos y retornar. […] La década de los cuarenta se caracteriza por una simbiosis entre América y España, alternando en su pintura los volcanes centroamericanos y las tierras secas de Castilla […]»


«[…] En 1950 se traslada a Roma, donde permanece por espacio de quince años captando con sus pinceles la grandeza de sus monumentos arquitectónicos arruinados. Durante esta etapa pinta también las islas volcánicas del sur de Italia y viaja por Egipto y Grecia constatando los vestigios de sus civilizaciones desaparecidas. Después, un largo periplo por tierras americanas (EE. UU., México, El Salvador, Venezuela, Argentina…) para recalar, a finales de los sesenta, en España y depurar su pintura frente a las austeras llanuras de Castilla (1970-1986)».



3. «El paisaje recordado, entrevisto y soñado» (1987-1998). «La última etapa desarrollada a caballo entre sus estudios de Segovia y Madrid, está marcada por los viajes interiores, por la recapitulación de su larga singladura paisajística llevada a cabo desde el recuerdo, la nostalgia y la imaginación».

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Vaquero se cierra con una cronología, una bibliografía y un índice de sus exposiciones, murales, museos y premios del artista.

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Vaquero
por Francisco Egaña Casariego
Editan: Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos del Principado de Asturias y Ediciones Trea, S. L.
• 24 x 30 cm
• 240 páginas
• I.S.B.N.: 978-84-9704-420-2
lieber francisco egana,
grüße aus berlin – über ein gelegentliches wiedersehen würde ich mich freuen, in berlin z.b.
georg holländer
Halo Georg,
Es freut mich sehr von dich wiederzuhören. Wie ich dir gesagt habe, ich bien auch Professor an der Universität (Berreich, Kunstgeschichte). In welcher Universtät bist du Professor? Wie du mercken kannst, ich habe mein Deustsch praktisch verlernt. Es würde mich freuen uns wiedeszusehen. Leider kann ich nicht viel resisen, wegeer der Arbeit und meine Familia. Ich habe eine Tochter von 5 Jahre. Hast du Kinder auch?
Grüsse aus Segovia,
KIKO
donde puedo adquirir el libro de Vaquero Palacios?
Hola, Teresa.
El libro está distribuido en librerías. No obstante, puede pedirlo directamente a la Editorial Trea:
http://www.trea.es/
Tel.: 985 303 801
donde puedo adquirir el libro de Vaquero