
Este jueves no pude asistir a la conferencia de García Montero organizada por la Cátedra Emilio Alarcos Llorach. Llegué tarde y la gente que permanecía de pie, apelotonada en la puerta, imposibilitaba la entrada. El Aula Magna del Edificio Histórico de Universidad de Oviedo estaba «a tope». Me fui a dar un paseo.
Los actos organizados por la Cátedra Emilio Alarcos que dirige Josefina Martínez siempre tienen gran poder de convocatoria y este del 28 de febrero confirmó que Luis García Montero es una «estrella» de la poesía, un fulgurante vate mediático fraguado en la escena denominada de la experiencia. Seguro que me perdí una solemne y emocionada sesión de interpretación poética. Para más expectación, el acto lo presentaba José Luis García Martín, poeta y escritor más conocido como crítico y animador literario, cuyas opiniones escritas son de lectura obligada para los poetas como para las marujas lo son las del ¡Hola! o Diez Minutos.
Una pena, porque García Montero lee muy bien, con la misma fe que escribe, y cuando lo escucho en directo (una vez al año por lo menos) siempre me digo que no he de demorar más el propósito de comprar algún libro suyo.
Al salir del edificio, un SMS en el móvil me recordó que al día siguiente, viernes 29 de febrero, en el Aula de las Metáforas de Grado (de mi buen amigo Fernando Beltrán), Víctor Manuel haría una lectura de poemas. Menuda semana. Me vino a la cabeza aquella recomendación de Epicuro que adaptada a las circunstancias podría decir algo así: «Toma tu coche, ciudadano, y huye a prudente velocidad de cualquier congregación literaria».
Helios Pandiella